jueves, 20 de febrero de 2020

Cotorra argentina

Aunque el ayuntamiento de Madrid parece que va a tomar cartas en el asunto para reducir la población de más de 12.000 cotorras argentinas de la capital, su expansión es ya imparable. Su gran flexibilidad trófica e inteligencia, los cada vez más benignos inviernos y su tasa reproductiva (pueden poner entre 6 y 8 huevos cada año) les dan una gran ventaja competitiva. En mis salidas con la bici de este año he comprobado que ya están presentes en zonas muy alejadas de la capital y que la colonización de nuevos terrenos es rápida. Estas bellezas han venido para quedarse ...

Cotorra argentina (Myiopsitta monachus) en un parque de la comunidad de Madrid
 

domingo, 19 de enero de 2020

Orquídeas

Hoy rescato un par de fotografías de orquídeas silvestres de la primavera pasada. Ambas están realizadas en el mismo lugar, cerca de la localidad de Tamajón. Para la primera de las especies (Orchis purpurea var. purpurea) que yo sepa no hay más citas en la provincia de Guadalajara, claro que mi acceso a este tipo de información es limitado; si alguien tiene información al respecto y quiere compartirla conmigo se lo agradezco. La segunda especie es de una especie que me encanta pero que cuesta ver en el campo porque es realmente pequeña (Ophrys speculum). El labelo de esta orquídea imita visualmente el abdomen de una especie de avispa, lo que junto con el aroma que es capaz de producir resulta irresistible para el macho. Al intentar copular con la flor, éste se lleva adheridos los polinia a la cabeza o el abdomen hasta la siguiente parada.

Orchis purpurea var. purpurea

Ophrys speculum



lunes, 13 de enero de 2020

Montaña Palentina

Acabo de escandalizarme al ver la cantidad de tiempo que ha pasado desde que publiqué la última entrada en el blog... He hecho propósito de enmienda y este año mis fotografías aparecerán por aquí de vez en cuando aunque soy consciente de que quizá no logre mantener la actividad de los mejores años.

La fotografía es de un lugar que me trae grandes recuerdos (porque siempre lo he disfrutado con grandes amigos) y al que, como en el caso del blog, hacía varios años que no volvía, así que nada mejor que reencontrarme con los dos a la vez (la fotografía es de este pasado mes de Noviembre).

Roblón de Estalaya, roble albar (Quercus petraea) al que se le estimán más de 500 años de edad 
Para completar mi primera entrada de esta nueva etapa otra fotografía del mismo viaje, también en la montaña palentina (cerca de Rebanal de las Llantas).

Bosque caducifolio cerca de Rebanal de las Llantas 

martes, 31 de mayo de 2016

Reflejo lunar

Para desintoxicarnos un poco de tanto anfibio, nada mejor que algo de paisaje. Que el atardecer sale soso, pues uno se espera a que Selene salga de paseo y las nubes se coloquen en su sitio. Es curioso, pero en fotografía, como en la vida, las cosas casi siempre mejoran si apagamos la luz.

Luna llena sobre el macizo de Peñalara

martes, 17 de mayo de 2016

El sapillo moteado y el micropaisaje

Fotografiar fauna con un objetivo ojo de pez es, en mi caso, una decisión que se basa en razones estéticas pero también de concepto, ya que me permite incluir mucha más información sobre el animal en la misma toma. Las dificultades técnicas que plantea este tipo de fotografía se hacen evidentes muy pronto: la necesidad de colocar la lente a escasos centímetros del sujeto fotografiado, las dificultades para iluminarlo sin crear sombras en el primer plano con el propio objetivo o los problemas para controlar la distorsión óptica producida por un objetivo ojo de pez están entre las más importantes. Sin embargo yo no he sido consciente hasta hace muy poco de que el mayor reto no tiene que ver con la técnica sino con la forma de mirar, pensar y componer una escena. Cuando enfocamos un ojo de pez a unos pocos centímetros de distancia, los elementos inmediatos cobran una importancia extraordinaria aunque su tamaño sea reducido. Por el contrario, aquellos situados a escasos metros comenzarán a ser irrelevantes, una parte más del fondo, aunque a nosotros nos puedan parecer importantes a vista de humano. Aprendiendo a leer el "micropaisaje" un pequeño regato puede convertirse en un imponente Amazonas y unas hierbas que no levantan más de cuatro dedos en una impenetrable foresta.

Sapillo moteado común (Pelodytes punctatus)  esperando el final del ocaso.
El sapillo moteado común es un sapo de pequeño tamaño (similar en talla a la pequeña ranita de San Antonio). A primera vista podría recordarnos a un sapo partero, de hecho sus pupilas también son verticales, pero es de complexión más esbelta y con una disposición de la cabeza y el resto del cuerpo más aplastada. Además, su aspecto moteado se lo confieren sus verrugas de tonos verdosos, marrones u oscuros, pero nunca presenta tonos anaranjados o amarillentos como los sapos parteros.

Los machos de sapillo moteado, como el de la fotografía, presentan unas callosidades nupciales de color oscuro en los antebrazos, axilas y primer y segundo dedos de la mano.

El sapillo moteado es una especie que presenta una clara preferencia por zonas con sustratos calizos o salinos. De hecho, en la comunidad de Madrid sólo aparece en los terrenos yesíferos del sureste.

viernes, 6 de mayo de 2016

El zapador

El sapo de espuelas (Pelobates cultripes) es para muchos herpetólogos y aficionados otro de los "guapos" dentro del mundo de los anfibios. Se trata de un sapo de tamaño medio en el que destacan especialmente sus prominentes ojos con pupilas verticales y los espolones córneos de color negro que posee en la base de los miembros posteriores y que emplea para excavar y enterrarse rápidamente ante cualquier peligro. Por ello, selecciona positivamente terrenos arenosos y sueltos en las proximidades de charcas de cierta entidad, lagunas, arroyos o marismas.

Sapo de espuelas (Pelobates cultripes)  durante un tormentoso crepúsculo

Los prominentes ojos del sapo de espuelas son uno de sus rasgos más característicos


Detalle de la espuela en las patas posteriores


domingo, 17 de abril de 2016

Sapo partero ibérico

De las cinco especies de sapos parteros (género Alytes) que existen en el mundo, cuatro se pueden encontrar en nuestro país y de esas cuatro dos son endémicas de la península ibérica y otra de las baleares. Es decir, que no pueden encontrarse en ningún otro lugar.

El sapo partero ibérico (Alytes cisternasii) es uno de estos endemismos peninsulares y como todos los miembros de su género, poseen una peculiar forma de reproducción caracterizada porque el macho porta enredados en sus patas los huevos desde su fecundación hasta que están próximos a eclosionar, momento en el cual los deposita en el agua.

Sapo partero ibérico (Alytes cisternasii) junto a unas Digitalis thapsi (otro endemismo peninsular) en flor.
Al ejemplar de la fotografía lo encontré el verano pasado en medio de la carretera así que a cambio de ayudarle a cruzar sin riesgo para su integridad le pedí unos cuantos posados. Estas pequeñas joyas (menos de 5 cm) de nuestra fauna me parecen muy fotogénicos. Sí, ya sé que el común de los mortales no compartirá nunca una afirmación como esta cuando de un sapo se trata, pero a mi esa pupila vertical de malo de la película y esas pequeñas verrugas anaranjadas me tienen enamorado.

Sapo partero ibérico (Alytes cisternasii) adoptando su típica postura defensiva

El sapo partero ibérico coincide en parte de su área de distribución con el muy parecido sapo partero común. Uno de los rasgos que se usan habitualmente para confirmar la identificación es la presencia de dos tubérculos metacarpianos en los miembros anteriores (el sapo partero común suele presentar tres, aunque parece ser que existe alguna excepción en esta última especie).

Tubérculos metacarpianos en los miembros anteriores del sapo partero ibérico